El Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) es una condición del neurodesarrollo que comienza en la infancia y puede persistir a lo largo de la vida. Afecta el funcionamiento diario, en particular en áreas como la atención sostenida, el control de impulsos y la autorregulación de la conducta.
Se estima que entre el 5% y el 7% de los niños presentan TDAH, aunque muchos no son diagnosticados hasta la adolescencia o incluso en la adultez. Esta condición no se relaciona con la inteligencia ni con una falta de voluntad, sino con diferencias en el funcionamiento cerebral, especialmente en las áreas que regulan la atención, la planificación y la motivación.
Características principales
El TDAH se manifiesta en tres tipos clínicos:
1. **Predominantemente inatento**: dificultades para concentrarse, mantener la atención, seguir instrucciones y terminar tareas. Pueden parecer distraídos o “en las nubes”.
2. **Predominantemente hiperactivo-impulsivo**: inquietud física, necesidad constante de moverse, hablar mucho, interrumpir o actuar sin pensar.
3. **Presentación combinada**: cuando se presentan tanto síntomas de inatención como de hiperactividad/impulsividad.
Impacto en la vida cotidiana
Las personas con TDAH pueden tener dificultades en el ámbito escolar, laboral, familiar y social. En la adultez, el trastorno puede expresarse como desorganización crónica, baja tolerancia a la frustración, dificultad para iniciar o completar tareas, impulsividad emocional o problemas en las relaciones interpersonales. Esto puede afectar la autoestima y generar ansiedad o desmotivación si no es comprendido y abordado adecuadamente.
¿Cómo se diagnostica el TDAH?
El diagnóstico del TDAH debe realizarse a través de una **evaluación clínica integral**. No existe una única prueba que confirme el diagnóstico; en cambio, se consideran múltiples fuentes de información:
- **Entrevista clínica estructurada o semiestructurada** con la persona y su entorno (padres, docentes o pareja).
- **Aplicación de escalas estandarizadas** de observación y autoinforme (como el ASRS en adultos o el SNAP-IV en niños).
- **Historia evolutiva y académica** para explorar síntomas desde la infancia, incluso si no fueron identificados en su momento.
- **Evaluación neuropsicológica** (en caso de duda diagnóstica o comorbilidad), para explorar funciones ejecutivas, atención sostenida, memoria de trabajo, entre otros procesos cognitivos.
- **Descartar otras causas** de los síntomas, como trastornos de aprendizaje, trastornos de ansiedad, depresión o factores psicosociales.
Es importante que el diagnóstico sea realizado por un profesional capacitado en salud mental con formación en neurodesarrollo, como psicólogos, psiquiatras o neurólogos.
Tratamiento: un abordaje integral
El tratamiento del TDAH debe adaptarse a la edad, necesidades y entorno de cada persona. Lo más efectivo es un **modelo multimodal**, que combine varias estrategias de intervención:
1. **Psicoeducación**
Comprender el TDAH es el primer paso. Implica brindar información al paciente y a su entorno para desmitificar el diagnóstico, reconocer las dificultades y fortalecer recursos. Favorece la aceptación y mejora el vínculo con uno mismo.
2. **Terapia cognitivo-conductual (TCC)**
Es una de las formas de tratamiento psicológico más recomendadas. En el caso del TDAH, se enfoca en:
* Entrenamiento en funciones ejecutivas: planificación, manejo del tiempo, establecimiento de objetivos, organización del espacio.
* Regulación emocional: identificar y manejar emociones intensas, frustración o impulsividad.
* Modificación de creencias disfuncionales: trabajar pensamientos de fracaso, autoexigencia o desvalorización.
* Entrenamiento en habilidades sociales: especialmente en casos donde hay dificultades en la interacción con otros.
* Técnicas de mindfulness y autorregulación.
3. **Apoyo académico y/o laboral**
* Adaptaciones escolares (por ejemplo, evaluaciones orales, tiempos extendidos, organización visual de tareas).
* Técnicas de estudio y coaching en organización.
* Herramientas digitales de apoyo (agendas electrónicas, recordatorios visuales, aplicaciones para administrar el tiempo).
4. **Acompañamiento a familias o parejas**
Especialmente útil en niños, adolescentes y adultos jóvenes. Ayuda a construir una red de apoyo comprensiva, que favorezca la autonomía sin caer en la sobreprotección ni en la exigencia excesiva.
5. **Tratamiento farmacológico (cuando se indica)**
En algunos casos, se recomienda el uso de medicación estimulante (como metilfenidato) o no estimulante (como atomoxetina), siempre bajo control médico. La medicación puede mejorar la atención y la impulsividad, pero no reemplaza la intervención psicoeducativa y emocional.
Conclusión
El TDAH es una condición compleja, pero con recursos terapéuticos adecuados, puede abordarse con éxito. El tratamiento no se enfoca en “corregir” a la persona, sino en **acompañarla a desarrollar una vida funcional, auténtica y equilibrada**, basada en el conocimiento de sus propios ritmos, fortalezas y desafíos. La clave está en un diagnóstico temprano, un enfoque individualizado y un entorno que entienda y apoye.